Vivir feliz: consejos de un padre para su hijo

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Palabras Claves: reflexión, vida, felicidad

A Tomás
H. Jackson Brown Jr. es un escritor norteamericano que, como padre preocupado por la felicidad de su hijo, le quiso escribir unos simples consejos cuando este se fuera a estudiar a la universidad, lejos de su casa.
Su hijo los leyó y decidió fotocopiarlos para distribuirlos entre sus compañeros de estudio.

Tuvieron tanto éxito que una editorial le pidió autorización a Brown para editar un libro con ellos. Poco tiempo después, ampliado bajo el titulo Vivir feliz, se convirtió en un bestseller traducido a varios idiomas que lleva decenas de ediciones y millones de ejemplares. Contiene muchos recordatorios acerca de la vida, los amigos, las oportunidades y muchos temas más.

Es posible que muchos de estos pequeños pensamientos, o aforismos, ya los hayamos escuchado o leído en otras partes. La internet es un vehículo que ofrece muchas sorpresas y ya deja muy poco por informar. No obstante, nunca sobra transcribir algunas frases de Brown. He aquí una selección.

Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
Estrecha la mano con firmeza y mira a la gente de frente a los ojos.
Elige a un socio de la misma manera como escogerías un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas que está perdiendo el pelo. Ta lo sabe.
Recuerda que se logra más de las personas por medio del estimulo que del reproche.
Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas.
Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
Recuerda el viejo proverbio: sin deudas, sin peligro.
No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. El que no vive para servir, no sirve para vivir.
Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.
Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también «el gran riesgo».
Nunca confundas riqueza con éxito.
No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
No confundas confort con felicidad.
Escucha el doble de lo que hablas. Por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca.
Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
Nunca envidies. La envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo.
Simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en tu camino.
Cásate con la persona correcta: es la única decisión que determinará el noventa por ciento de tu bienestar o tu infelicidad.
Da a la gente más de lo que ella espera, y hazlo amablemente.
Perseverancia, perseverancia, perseverancia.
Comprométete contigo mismo a un continuo mejoramiento y calidad.
Entiende que la felicidad no está basada en las posesiones, el poder o el prestigio sino en las relaciones con la gente que uno ama y respeta.
No hagas nada que no haría sentirse orgullosa a tu propia madre.

 

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