Palabras Claves: reflexión, comunicación, empatía, liderazgo
En un convento había llegado una novicia nueva. Joven, impulsiva y malhablada.
Como sucedía en esa congregación, le asignaron a la recién llegada la nada grata tarea de barrer todos los días el patio del convento. Así que por las mañanas salía llena de energía – escoba y recogedor en mano – a cumplir con sus labores; sin embargo, la energía poco a poco iba menguando, ya que el patio era grande y estaba lleno de palomas. El problema era que mientras la novicia limpiaba polvo, plumas y excrementos, las palomas ya habían vuelto a ensuciar lo que ella tan afanosamente limpiaba.
Así que inmersa en su tarea, cuando las palomas aparecían, no podía evitar que aflorara su ya de por sí florido lenguaje: “¡a la chingada! ¡a la chingada!” – les gritaba a los pájaros para que volaran nuevamente y no ensuciaran su trabajo. Pero lo que a ella le parecía tan natural, era duramente criticado por sus compañeras de vocación.
– ¿Cómo es posible que utilice ese lenguaje en la casa de Dios?
– Si la madre superiora la escuchara, entonces si sabría lo que es amar a Dios
– ¿Qué no ve que nos distrae de nuestras oraciones?
– No podemos permitir tanta falta de respeto
– ¡Qué lenguaje! ¡Eso es imperdonable!
Mientras tanto, la novicia barre y barre, con ocasionales y sonoras expresiones: “¡a la chingada! ¡a la chingada!” Total que, un buen día, el resto de las monjitas nombró una comisión para ir y hablar con la madre superiora, ya no podían seguir permitiendo ese lenguaje ¡alguien le tenía
que poner un alto a esa falta de respeto!
– Madre, perdón que la interrumpamos, pero esto es inadmisible
– Si, ya no podemos permitir que las cosas sigan así
– ¡Le tiene que poner un alto!
– A ver, a ver hermanas, no les entiendo, ¿de qué me hablan?
Y justo en ese momento la novicia malhablada estaba barriendo el patio, así que la madre se asomó por la ventana, justo en el momento en el que un vibrante y sonoro ¡a la chingada! surgía en voz de la hermana más joven de la congregación.
– ¿Lo ve?
– ¡Es totalmente inadmisible!
– ¡Qué improperio! ¡Qué falta de respeto! Haga algo por favor.
Así que la madre superiora no pudo evitar salir al patio y entablar una seria plática con la novicia:
“Hermana, necesito hablar con usted” – comenzó a decir mientras la joven hermana continuaba barriendo – “El resto de la congregación se encuentra muy perturbada por el lenguaje que usted utiliza al barrer” – dijo muy seriamente y luego con una ligerísima sonrisa: “No es necesario que use malas palabras; sólo dígales ¡shuuu, shuuu!” y con suavidad movió sus manos “¡shuuu, shuuu! y solitas, solitas se van a la chingada”
