Palabras Claves: reflexión, amor, felicidad, actitud, matrimonio
En cierta ocasión, durante un seminario para matrimonios, una de las instructoras se dirigió a una joven esposa que estaba en la primera fila y le disparó esta pregunta:
—¿Tu esposo te hace verdaderamente feliz?
En ese momento el esposo, que se encontraba al lado, levantó ligeramente el cuello en señal de seguridad; sabía que su esposa diría que sí pues ella jamás se había quejado durante su matrimonio. Sin embargo, para su sorpresa, la esposa respondió de forma rotunda:
—No. No me hace feliz.
Hubo un murmullo de risas nerviosas en el salón y, ante el asombro del marido, ella —sin dejar de mirarlo mientras respondía— continuó:
—No me hace feliz, ¡yo soy feliz! El que yo sea feliz o no, no depende de él, sino de mí.
Soy la única persona de quien depende mi felicidad. Yo decido ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, porque si mi felicidad dependiera de alguna otra persona, cosa o circunstancia sobre la faz de esta tierra, yo estaría en serios problemas.
Había allí, en esas palabras que los demás escuchaban con profundo respeto, la convicción de una filosofía personal que nadie quería perderse de oír. Ella sonrió a su marido como indicando que él ya conocía estos pensamientos, y prosiguió:
—Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente. El ser humano, las riquezas, mi cuerpo, el clima, los placeres, etcétera. Y así podría decir una lista interminable. A través de toda mi vida, he aprendido algo: decido ser feliz y lo demás lo llamo «experiencias» tales como amar, perdonar, ayudar, comprender, aceptar, escuchar y consolar.
Y finalizó:
—Hay gente que dice: «no puedo ser feliz porque estoy enfermo, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque alguien me insultó, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró». Pero lo que esa gente aparentemente ignora es que se puede ser feliz aunque estés enfermo, aunque haga calor, aunque no tengas dinero, aunque alguien te haya insultado, aunque alguien no te ame, o no te haya valorado. Porque ser feliz es, más que todo, una actitud ante la vida que cada uno decide sin coacción.
