La magia

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Palabras Claves: reflexión, vida

Todos los estudiosos del mundo se reunieron. Ahí estaban los hombres y mujeres del conocimiento, los de cerca y los de lejos, los altos hombres del norte, las bellas mujeres de occidente, los de mirada profunda de australes tierras, los de misteriosos sitios del oriente e incluso habían llegado los niños-sabios del centro, frecuentemente olvidados.

Todos reunidos bajo las columnas del templo, aún maravillados por el altar de las piedras cantantes, sorprendidos por las brillantes gemas del domo – esas que con sólo mirarlas cambian el color de tus ojos – embriagados por las caricias del incienso. Así que tras palabras inaugurales, elegantes presídiums y grandes ceremonias, la discusión entre la gente del conocimiento dio inicio.

La pregunta, la de siempre, ¿Dónde habita la magia? ¿De dónde surge la energía que cambia flores en frutos, que transforma nubes en lluvia, que hace crecer montañas? ¿Dónde reside el encanto que cambia llanto en sonrisa, limitaciones en recursos, enojo en compasión y error en aprendizaje?

Y es que por más años dedicados al estudio, la respuesta se escapaba a estas personas, las largas lunas de lectura silenciosa parecían no alcanzar para entender la esencia de esas energías ocultas… y la discusión se alargó por días, se extendió en semanas, el concepto, la retórica, el discurso consumieron tiempo y energía. Algunos planteaban que la magia habita en el danzar del fuego, en el hipnótico baile de las llamas, otros rebatían con fuerza que la respuesta estaba en la libertad del viento, en su canto y su silencio, unos más juraban que el encanto está en los contrastes del agua, en su terrible furia y en su serena calma… y nadie se ponía de acuerdo, que si estaba en la firmeza de la roca, o más bien en el espacio que todo lo abarca.

Conforme el tiempo se alargaba, las posiciones cada vez más firmes, las palabras cada vez más huecas, los rostros más y más adustos, escuchando sólo el propio diálogo, cerrando mente, corazón y oídos. ¡Qué triste imagen la de esos hombres y mujeres de cada rincón del mundo! Y es que mientras discutían, las piedras cantantes callaron, las gemas su brillo perdieron, los aromas se ocultaron. Y nadie se dio cuenta.

Según el viento aún están en el templo discutiendo. Inmersos en su propio trance, simulando buscar respuestas. Pero el viento estaba alegre susurrando suavemente, que a la magia ¡no le importa! Que ni siquiera se entera, que sigue estando en la llama y en la ola, en el soplo y en la roca, en el espacio y la sonrisa, en la combinación de estos y aún en la ausencia de ellos. Que la magia está en la magia, cambiando flores en frutos, tornando nubes en lluvia, haciendo crecer montañas. Que la magia está en la magia, cambiando llanto en sonrisas, limitación en recursos, enojos en compasión, error en aprendizaje.

Que la magia está en la magia. Entonces me supe mago. Entonces me supe magia.

 

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